Por segundo año consecutivo la providencia –en esta ocasión personificada en el compañero de fatigas Albert J., como consecuencia de su desgraciada lesión en la rodilla- es quién me da la oportunidad de correr la maratón de Barcelona. Y por segundo año consecutivo nos presentamos sin haber hecho una preparación específica. Eso sí, este año hemos contado con el doble de tiempo respecto al anterior: dos semanas (el año pasado se nos brindó la posibilidad el lunes de la misma semana de la maratón).
Antes de seguir, quiero hacer un inciso sobre lo de que “nos presentamos sin haber hecho una preparación específica”. Al no estar inscrito desde un inicio, evidentemente no se había llevado a cabo un programa específico para afrontar una maratón. Pero son tantos los kilómetros acumulados a lo largo de los días y las semanas, simplemente por amor al arte -independientemente de que haya cursa en el calendario o no, e independientemente del tipo de cursa- que desde la más sincera humildad del comentario, nos permite afrontar la prueba con suficientemente kilometraje como para completarla y además, pretender buscar un tiempo ambicioso.
Por lo que se aprecia en las cursas últimamente, y por lo que se ha observado en la presente maratón de Barcelona, me atrevería a afirmar que se le está perdiendo el respeto a la histórica hazaña de Filípides. Por moda, por haber realizado una promesa o por el motivo que sea, hacemos cuatro series durante un par de semanas incluyendo unos cambios de ritmo, y pensamos que podemos correr al lado de Roger Roca o Jaume Leiva. Cada vez poseemos mayor información de entrenamientos, entre los que siempre encontraremos: fartleks, progresiones, rampas, etc. Estamos tan pendientes de los detalles técnicos que nos estamos yendo al otro extremo, olvidándonos de salir a correr por amor al arte, a trotar, a disfrutar del recorrido, y al mismo tiempo coger fondo para poder afrontar esos entrenamientos específicos con una buena base en nuestras piernas.
Hecho el inciso, vuelvo a nuestra particular aventura en esta edición. El plan era ambicioso: buscar las 3 horas 5 minutos. Si no eres muy aficionado a esto del “runneo” puedes estar pensando: “¡coño! ¿Por 5 minutos por qué no buscas bajar de 3 horas a lo largo de 42 km?”. Si 5 minutos pueden parecer poco ¿qué os parecen los 10 segundos por los que Jaume Leiva no se ha clasificado para los Campeonatos del Mundo en Moscú? Así es, el billete de acceso costaba 2 horas 13 minutos 30 segundos. Leiva entró 10 segundos más tarde, es decir, 2 horas 13 minutos 40 segundos. ¿Imagináis ahora lo eternos que pueden ser 5 minutos?
Nuestro plan era empezar desde el primer km a 4 minutos 24 segundos, a partir del km 15 bajar a 4.21 y después … bueno, había que esperar a ver cómo respondía el cuerpo en el km 35, que se dice muy rápido pero se corre más lento.
Llegamos al punto de encuentro –en la gasolinera que hay por debajo de plaza España en Paralelo- Filo, Nelly (las verdaderas protagonistas de todo esto) y yo; ahí está Alex impaciente porque llegábamos dos minutos tarde. Nos dirigimos hacia la puerta que da acceso al “Saló de l’Ensenyament” donde nos esperan: Luz, David y Albert. Hacía tiempo que no veíamos a Albert, desde la cursa de Polinyà que fue el 19 de enero. Ya entonces los problemas en la rodilla lo tenían apartado de nuestro tan amado deporte. Justo antes de encontrarnos con ellos hemos visto a Edu M., el monitor del Claror –gimnasio al que vamos al lado de Sagrada Familia- que tan buenos consejos me dio el año pasado. Dice que no tiene ganas de empezar. Menos mal, si llega a tener ganas acaba la maratón en 2 horas 40 minutos. Nos despedimos de Albert, David, Luz, Filo y mi marida (como le llamo cariñosamente a Nelly) para dirigirnos a nuestro cajón de salida: el de menos de 3 horas.
Cae una fina lluvia que lejos de molestar va a ser idónea para buscar una buena marca. Dan la salida para nuestro cajón. De nuevo se vuelve a confirmar lo que miente la gente. Es imposible que todas las personas a las que estamos avanzando vayan a buscar bajar de 3 horas cuando nosotros estamos buscando de momento las 3.05. Uno de los inconvenientes de que la organización no solicite acreditar un tiempo oficial obtenido en una anterior prueba. Por otro lado, de ser así servidor tendría que salir con los últimos, de modo que no vamos a poner pegas.
Los primeros kilómetros suelen ser difíciles, hay mucha gente y todavía no han desaparecido los nervios previos a la prueba, lo cual hace que vayas algo pasado de las pulsaciones habituales.
Pasamos por el km 5 y vamos con una precisión como si de un reloj suizo se tratara. Pasamos por el km 10 y volvemos a clavar el tiempo según nuestro objetivo. Tomamos un gel y aflojamos algún segundo el ritmo para recuperar. Si no me como el gel, Alex es capaz de hacérmelo tragar por la fuerza. Lo lleva todo estudiado al detalle y no podemos dejar nada a la casualidad. Él me va controlando para que no me acelere y sigamos con el plan marcado. Antes de pasar por el km 10 hemos visto a Albert J. a nuestra izquierda haciéndonos una foto. Pensaba que estarían Nelly y Filo con él, pero no es así. Pobrecitas, no se han traído paraguas. Espero que no llueva más fuerte, conociendo a Nelly sé que no me va a abandonar en mi periplo por mucho que empeore el tiempo. Me extrañó no verla ni a ella ni a Filo en el cruce entre avenida Madrid, Numancia, Berlín y Tarragona. Era un punto que marcamos en su mapa de seguimiento, ya que por ahí pasamos dos veces. Al terminar me diría que sí que estuvieron ahí, pero no las vi. Incluso las acompañaba su primo Ever. Gracias por asomarte a vernos a pesar de la lluvia.
Bajando por Tarragona, llegando al centro comercial Arenas –la antigua plaza de toros- veo a Nelly y Filo, animando como nadie. Sin darme cuenta empiezo a ir más rápido, pero ahí está Alex para frenar la euforia y seguir el plan con cabeza.
Yendo por Rosellón, justo antes de empezar a bajar por Sardenya, paramos para que Alex se ate los cordones de una bamba. Estamos en el km 16 y todo sigue viento en popa. Nos reincorporamos y pasamos por delante de Sagrada Familia. Busco a Nelly por todos los lados, pero no la veo. Ya no recuerdo si habíamos quedado aquí o directamente en Meridiana.
Por calle Valencia alcanzamos a un grupo de “corredors.cat”. Nos quedamos a su alrededor porque, por lo visto, llevamos un ritmo encaminado en busca del mismo objetivo.
Llegamos a Meridiana, busco por toda la zona a Nelly y Filo, no las veo. Se me empieza a hacer larga la Meridiana. Menos mal, Alex deja atrás el grupo antes mencionado y se lo agradezco. Me estaba agobiando y estresando ir en medio del grupo tan pegado. Hay que ir con cuidado de no tropezar ni estorbar a nadie, incluso estaba sofocado. Ahora vuelvo a sentir la sensación de libertad con espacio a nuestro alrededor.
Cada vez que escucho los grupos de timbales pienso en Roberta, mi osteópata. Precisamente el sábado leí una entrevista que le hacían en El Periódico de Catalunya, como portavoz del grupo de timbales de Sant Andreu. ¡Y ahí está! Tocando sin parar. Cuando baje Meridiana, la saludo. Dicho y hecho, se nota que le ha hecho ilusión verme –sentimiento recíproco- y no para de animarme a pesar de que cada vez nos vamos alejando más.
Antes de pasar por su lado, pasaríamos por el punto que marca la mitad del recorrido, es decir, la media maratón. En ese momento el reloj del inflable marcaba 1 hora 34 minutos. Según nuestros pulsómetros vendrían a ser unos 3 minutos menos, tiempo que tardamos en llegar desde la posición en la que nos encontrábamos en el cajón hasta la línea de salida. El lunes hablando con Edu M. me comentaría que pasó por ahí en una hora 29 minutos. Acabaría completando una excelente maratón en 3 horas 1 minuto. Enhorabuena.
Justo al abandonar Meridiana para seguir por Valencia, aparece Nelly ensombreciendo al resto de personas que también animan. Desprende una alegría y unos ánimos que parece que haya miles de Nelly animando al mismo tiempo. Qué afortunado soy.
Ver a Nelly me supone un extra de energía, llevándome inconscientemente a aumentar el ritmo. De nuevo Alex me dice que me relaje.
Por Gran Vía, escuchamos al corredor de un grupo diciéndole a los suyos que guarden energía, que al llegar a la playa nos encontraremos con viento y que miren de protegerse colocándose detrás de otros corredores. Alex me vuelve a insistir en que me lo tome con calma que vamos bien.
Estamos en Diagonal, parece que todo va sobre el plan establecido, pero en el km 27 Alex sufre un tirón en el gemelo derecho. Tenemos que parar un momento. No me lo puedo creer, me dice que no puede seguir. Lo miro y leo en su cara que lo va a dejar. No he conocido a nadie más testarudo que él cuando se propone algo. No puedo imaginarme lo que le debe doler, para que él diga que no va a seguir. Le animo y le digo que reanudemos la marcha algo más suave a ver si se le pasa. A veces suceden estas cosas –que se vaya el dolor-, y cuando no, es porque probablemente te has lesionado y no hay lugar para el milagro.
Nos ponemos en marcha y le duele bastante. No paro de hablarle: “vamos a probar unos metros, a ver si te deja seguir”, “llevamos 30 km prácticamente, vamos a terminar aunque sea unos minutos más tarde. Sigue siendo una proeza el terminarla”, “va Alex, ya que hemos llegado aquí, vamos a terminarla para recoger nuestra medalla de finalizadores”. Mientras le voy hablando, aparecen ante nosotros: Filo, Nelly y Laia. Qué bien recibido -y en que mejor momento nos llega- su apoyo.
En Glòries damos la vuelta y seguimos por Diagonal, pero ahora en sentido contrario, hacia la playa.
Un hombre a nuestro lado para porque sufre un tirón. Le digo a Alex que no lo mire. Seguimos adelante y llegamos a la altura donde están: Nelly, Filo y Laia. Qué importante es el apoyo de la gente que quieres en una prueba tan dura física y, sobre todo, mentalmente.
Sobre el km 30 justo en Diagonal Mar solo puedo coger un gel, de modo que lo guardo para Alex.
Estamos en el km 33 y le comento a Alex que aquí me vine abajo el año pasado. Fue el momento en que ya no pude seguir el ritmo de Juana Mari, Ricardo y Gioseph. Este año en esa misma altura me sigo encontrando bien.
Pasamos por las Torres Mapfre, por delante de la Ciutadella y veo que cada vez me cuesta más seguir a Alex. Kilómetro 36, confirmado: no puedo seguirle. Estamos a punto de llegar a Arco de Triunfo, será la última vez que vea a Nelly hasta llegar a meta en plaza España –antes o después, pero pienso llegar-. Solo faltan 6 km, pero el hecho de pensar que ya no puedo seguir el plan que llevábamos me está comiendo la moral.
Le digo a Alex que no mire atrás y que si tiene fuerzas para apretar que lo haga. Me contesta con un: “¡si no puedo más!”, pero poco a poco o él se va creciendo en los últimos km, o yo voy menguando cada vez más, o las dos cosas a la vez. El caso es que bajando por Portal del Ángel lo perdería de vista. Pero no adelantemos acontecimientos, volvamos al paso por Arco de Triunfo y Nelly corriendo a mi lado gritándome que me quiere. ¡Qué grande es mi marida! Me preocupaba que se pudiera tropezar y caerse, pero no hubo incidente. Sus ánimos guardados en mi cabeza junto a su carita de felicidad para hacer frente a estos últimos 6 km -que no veía el momento de que acabaran- es todo el doping que necesita servidor. Precisamente aquí también, noté que el gemelo derecho estaba al borde de sufrir un tirón.
Al paso por la catedral bebí bastante agua, pensando en que la deshidratación me iba a avasallar a calambrazos. Fueron los peores km. Bajando por Via Laietana recuperaba algo de buenas sensaciones. Esto me animó pero no quise darlo todo, ya que faltaba el temible Paralelo. Cómo le gusta a la gente que organiza las cursas en Barcelona meter el Paralelo al final del recorrido. No sé si lo hacen por desconocimiento o es por el motivo contrario. El caso es que los dos km del Paralelo se te pueden hacer como un Kilómetro Vertical en cuanto a pendiente.
Pasamos Colon y ahí está: el Paralelo en sus dos kilómetros de recorrido que nos separan de finalizar la maratón, de atravesar la línea de meta otro año volviendo a recoger la medalla de finalizador. En esta ocasión gracias a Albert J. Otra vez, el dichoso Paralelo es el último obstáculo para completar la Maratón de Barcelona, pero este año hay una diferencia y es que justo al traspasar la línea de meta, cuando te han dado el Powerade y la botella de agua; y a continuación, unos pasos más adelante, te entregan la medalla y te vas para las mesas a meterte en la boca todos los frutos secos y trozos de naranja y plátano que te acepte el cuerpo, justo ahí, este año va a estar Nelly. Pero de momento seguimos en Colon. Afrontando la primera parte del Paralelo al ritmo que veníamos desempeñando los últimos km y, poco a poco, acercándonos al km 41. ¡Ya está! ¡Ahora sí, a darlo todo! A partir de aquí cambio el ritmo realizando una progresión para mirar de acabar con un sprint subiendo por Mª Cristina hacia la meta. Por cierto, otro año más, el señor con el que hablo del Claror –que sigo sin saber su nombre- me está animando en plaza España. En los últimos metros del Paralelo hago la carrera final con la mano izquierda levantando el dorsal con el nombre de Albert a modo de gracias y reconocimiento.
Otro año más, y ya van dos que corro la maratón de Barcelona gracias a otra persona. Me dan ganas de llorar, pero me aguanto. No veo las medallas de finalizador y le pregunto a un corredor que está estirando. Me dice que están yendo para las mesas donde está la comida. Y así es. Justo cuando me colocan la medalla, escucho a Nelly que me llama desde la valla. Ahí está con Filo y Laia. Vaya paliza se han pegado. Justo a la derecha veo a Alex que está estirando. Es increíble ha corrido desde el km 27 con dolor en la rodilla, pero es que encima al final ya ni siquiera le pude seguir. Qué fuerza de voluntad, y pensar que se le había pasado por la cabeza abandonar. No se lo hubiera perdonado nunca –me refiero a él mismo-. Al final él entró con 3 horas 10 minutos y yo un minuto más tarde.
Viendo que estamos todos me dirijo hacia donde está Nelly, hablo con ella y enseguida me voy para las mesas a comer. Más que por el hambre, era porque no quería que me viera emocionado llorando como un niño.
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José y Alex al finalizar la Maratón |
PD: Desde aquí, el grupo de amigos de "a ritmo alegre" mandamos todo el apoyo a la familia del corredor que falleció al finalizar la Maratón. Descansa en paz Xavier J.